martes, 4 de diciembre de 2012

Áticos de Lieja.




Ella despertó de su cama inquieta y estuvo rebuscando entre los resquicios del ático algún pedacito de nuevas almas con las que conectarse, así fue como encontró la inspiración. Con la cafetera encendida y el incienso humeante fue dando pasitos hacia la ventana, se impulsó sobre el radiador y casi dos metros más arriba contempló su hogar. Satisfecha con lo que vio, decidió mirar más allá y se fue deslizando por la cornisa, sintiéndose feliz. 


Los amaneceres más bonitos se ven desde el tejado, aunque el peligro la acompañaba...Se sentía libre. Las cúpulas miraban hacia arriba y decidió imitarlas, poco a poco la suave y cálida luz brillaba en su cara. Las calles estaban desiertas y se iban llenando de reflejos anaranjados. El sol era el único que paseaba a sus anchas a las seis y veinte de la mañana.